Desde Burdigala hasta nuestros días, déjenos contarle la fascinante historia de la ciudad y maravillarse con las joyas arquitectónicas de la capital de la Gironda.
Descubra la historia de la ciudad.
¿Qué monumentos visitar en Burdeos? Es difícil elegir entre sus tesoros, pero tres lugares destacan por sus fascinantes anécdotas. Desde el Monument aux Girondins y sus alegorías desaparecidas hasta la Grosse Cloche y su pasado carcelario, sin olvidar la basílica Saint-Michel y sus momias centenarias, estas historias insólitas perfilan una visita fuera de lo común. Sumérjase en el alma secreta de Burdeos a través de tres monumentos emblemáticos.
1941, Segunda Guerra Mundial, la necesidad de metal apremiaba. En Burdeos, la comisión de recuperación elabora una lista de monumentos a sacrificar. En agosto de 1943 se da el golpe de gracia al monumento de los Girondinos: se retiran los bronces. A través de una sucesión de iniciativas, no siempre explicadas, las piezas se salvaron. Se almacenaron en Angers, en una fábrica de agrupación de metales. Se dice que el director se aseguró de que nunca volvieran a la fundición o a Alemania...
Entre 1794 y 1990, cerca de 70 cuerpos momificados de forma natural, descubiertos en el antiguo cementerio de la basílica, fueron expuestos en la cripta de la flèche Saint-Michel. Su excepcional conservación, atribuida a la composición del suelo, las convirtió en una macabra curiosidad que atrajo a ilustres visitantes como Victor Hugo y Gustave Flaubert. Estas momias, congeladas en expresiones que parecían transmitir una lenta agonía, alimentaron cuentos y leyendas durante dos siglos.
En la penumbra de la cripta, guías describían con énfasis las supuestas causas de la muerte: un general herido por una espada, un portfaix aplastado por una carga de 1.250 kg entre la puerta de Cailhau y los Chartrons... Estos relatos, que mezclaban realidad y ficción, cautivaron a los visitantes.
Descubiertos durante la exhumación del cementerio en 1794 -prohibida en los alrededores de las iglesias por razones sanitarias-, los cuerpos fueron trasladados a la cripta. Pero su popularidad precipitó su declive: expuestos al aire, a los gérmenes y a las manos de los curiosos, se fueron deteriorando poco a poco. En 1990, reducidos a fragmentos, fueron finalmente enterrados en el cimetière de la Chartreuse.
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Otra historia insólita en torno a Saint-Michel: el robo de los alabastros de la basílica, que sigue siendo uno de los casos más rocambolescos del patrimonio bordelés. En 1993, Françoise Baron, conservadora general del Museo del Louvre, estudió una pieza. Estaba segura de que se trataba de una de las piezas de alabastro que formaban parte de una colección de la basílica de Saint-Michel de Burdeos. Tras hacer algunas averiguaciones, llegó la noticia. De los 9 paneles que decoran el retablo de la capilla Saint-Joseph, 7 son copias. Estas piezas, realizadas en Nottingham en el siglo XV, son excepcionales por su calidad.
Y, sin embargo, no se ha denunciado ningún robo. El último estudio que atestigua su presencia data de 1983. El engaño se remonta, por tanto, a 1984. Desde anticuarios a coleccionistas, la investigación siguió la pista de los alabastros; solicitando unas veces al FBI, otras a prestigiosas galerías de arte. En 2016, los cuatro últimos alabastros fueron encontrados en Inglaterra, en muy buen estado de conservación. Restaurados, serán devueltos al lugar que les corresponde en septiembre de 2019 en una ceremonia oficial, poniendo fin a treinta y cinco años de investigación digna de una película de suspense.
Su veleta en forma de león marca la cima. Este antiguo campanario es el legado de un sistema defensivo que puntuaba las murallas del siglo XIII: la Puerta Saint-Éloi. Ante la amenaza de invasión del rey de Castilla y sin el apoyo del rey Juan sin Tierra, la ciudad organizó su protección y construyó la doble muralla. La puerta, junto con el ayuntamiento, se convirtió en el símbolo de las libertades cívicas de la ciudad. A principios del siglo XVI, la torre oeste de la puerta albergaba las celdas de la prisión municipal. El Jurade -el consejo de la ciudad- encerraba allí a "los jóvenes que se portaban mal". Al interior se pueden ver pintadas, mellas e inscripciones -algunas aún legibles- dejadas por antiguos inquilinos. Se dice que los capitanes de las galeras solían visitarla para encontrar futuros galeotes.